Me piden los miembros de la Sociedad Benéfica La Rioja, en Chile, que les envíe unas palabras para su revista del año 2022. Respondo a su generosidad con un texto íntimo, en un momento en el que el mundo vuelve a dividirse en bloques y parece que seguimos dando la espalda a las gentes del sur.

La pandemia, que rompió lo cotidiano y dejó en pausa la vida, nos va dando pequeñas treguas que vivimos de manera intensa. O deberíamos vivirlas.

2021 fue un año para volver; a los abrazos, a las ciudades europeas, a sus ciudades y pueblos de esa América del Sur rica y diversa en gentes, paisajes, mares y colores. 2021 supuso volver a lo cotidiano, que es el volver más necesario y hermoso. Porque ya aprendimos que el tiempo es implacable y que la vida vuela.

Volvimos, digo, a ver cine al aire libre, al patio del colegio y al verano con los abuelos. Y aunque sí, es cierto que volvimos a compartir, que viajamos otra vez y celebramos juntos, ha sido un volver a medias.

Por eso desde Logroño, que no olvida sus orígenes, que recuerda y valora el legado de quienes se fueron a lugares como Chile, su país, y volvieron de nuevo a La Rioja mejores personas, o empezaron allí otras vidas, queremos hacerles sentir nuestro cariño en un momento histórico en el que los gestos de unión y justicia social entre los pueblos deberían ser el pilar de cualquier política.

Nos une la lengua, la cultura, la historia. Nos unen lazos familiares. Nos une que somos pueblos generosos y solidarios. Pueblos hermanos. Les deseo, en nombre de la ciudadanía de Logroño, salud, alegría y paz. Aquí tienen su casa.